I love surprises...Especially when they're named Jimmy Choo. {Iria's relationships.

¿Cuántas caras tiene una moneda? ¿Cuántas caras puede tener esa misma moneda? ¿Dos o tal vez quepa la posibilidad de que tenga alguna más? Blanco y negro. Ying y Yang. Día y noche. Bueno y malo. Izquierda y derecha. Arriba o abajo. Siempre dos, sólo dos. ¿Pero solamente existen esas dos opciones o hay alguna más que todo el mundo olvida nombrar? ¿Puede existir una tercera opción a elegir? Tal vez, pero tratándose de Iria únicamente hay dos: cara y cruz.

¿Qué se necesita para ser un buen jugador de Póker? Conocer a tus contrincantes. Paciencia; se necesita paciencia a la hora de sentarse delante de una mesa con intenciones de jugarte todo lo que llevas encima y más. Ver como la baraja se desliza entre los dedos de quienes reparten la suerte. Se necesita coraje; tener el valor de sentarte frente a un grupo de completos desconocidos y conocer la posibilidad que existe de salir sin nada dentro de los bolsillos. Coraje para afrontar la posibilidad de perder todo tu dinero en cuestión de segundos a pesar de haber jugado una partida perfecta. Suerte. Azar. La prudencia también es esencial. ''Más vale una retirada a tiempo, que una derrota.'' Iria es, en sí misma, una partida de poker. Una de las complicadas, además. Una en la que apuestas todo y te llevas nada. Para acercarte a ella y llegar a conocerla realmente como es, tienes que ser de las pocas personas afortunadas que llegan a encontrar un trébol de cuatro hojas en medio de una pradera plagada de éstos. Paciencia, coraje, suerte, prudencia. Cualidades que necesitarás para estar cerca de ella o, para al menos, intentarlo, pero de las cuales ella carece totalmente.

Iria no sabe lo que es la paciencia. Iria no sabe lo que es tener coraje. Iria no conoce el sabor de la suerte. Iria es de todo menos prudente. Si Iria se sentara en una de las tantas mesas de juegos de alguno de los casinos de su familia, con total seguridad se dejaría hasta las bragas sobre la mesa; perdería todo lo que apostara y más. No sabe jugar. No sabe esperar. No tiene suerte aunque muchos crean que al nacer le tocó la lotería y por eso, hoy en día, tiene una bonita flor en el culo; la cigüeña al parecer dio de lleno al dejarla en manos de los Nørgaard. Aparentemente es así pues, por fortuna o por desgracia, todo el mundo de Iria gira entorno a eso mismo: las apariencias. Apariencias. Una cosa es lo que parezca ser y otra cosa totalmente distinta es lo que en realidad es. Apariencias. Iria no es tonta; en ocasiones lo parece, pero desde ya podemos aclarar que no lo es. Se hace la tonta. Apariencias. Muestra al mundo entero lo que éstos quieren y desean ver en ella: la chica perfecta que, durante años y con mucho esmero, ella misma se ha visto obligada a tallar y puliar. Iria no es frívola, ni superficial y mucho menos elitista o clasista, aunque aparentemente lo sea. Apariencias, otra vez, sí, pero las apariencias engañan. Iria se limita a comportarse como se supone que debe comportarse en todo momento; tal y como sus padres nunca le han enseñado. Es una señorita de los pies a la cabeza; un trofeo en la vitrina del matrimonio Nørgaard. Un trofeo del que presumir en cuanto se les presenta la ocasión para hacerlo. Un trofeo y un títere en manos de dos titiriteros que, de haber querido, podían haber movidos los hilos con presición y maestría, consiguiendo el resultado que tenéis aquí: una chica de apariencia frágil y totalmente inalcanzable para quienes no pertenezcan a su mundo de Freixenet y Ferrero Rocher. Iria Nørgaard: se mira, pero no se toca si ella no quiere que lo hagas.

Cruz: La chica de la universidad. La chica con la que conviven todos los de la ciudad universitaria; una Gamma Pi Delta más. Frívola y materialista: la cruz de la moneda de Iria muestra la muchaha que no es. La muchacha que ella quiere que los demás vean. Iria miente. Miente constantemente. Miente cuando sonríe, miente cuando habla y miente cuando llora a escondidas también. Te miente a ti, le miente a él, a ellas, a todos. Pero también se miente a sí misma, una y otra vez a pesar de estarse jodiendo a ella misma. Busca en sus ojos la verdad y sólo encontrarás lo que ella quiere que encuentres. Su verdad. Una verdad que poco tiene que ver con la realidad. No la creas cuando te diga que está bien, pues no lo está. No la creas cuando le ofrezcas abrigo y te diga que no tiene frío. No la creas cuando te mate con la mirada y te pida que te marches, porque en el fondo está deseando que la abraces y te quedes con ella para siempre, a ser posible. No la creas cuando parezca que pasa de ti como de la mierda, porque entonces buscará la forma de llamar más tu atención, de forma sutil, pero lo hará. No la creas te diga lo que te diga. ¿Las mujeres nunca dicen lo que piensan? ¿Las mujeres dicen siempre lo contrario a lo que quieren? Sí y sí también; no son mitos, son verdades. Es orgullosa, quizás demasiado. Orgullosa tanto para pedir ayuda y recibirla como para reconocer algún error que haya podido cometer. Buscará la forma de echarte el muerto a ti o a cualquier otra persona antes que reconocer, en voz alta, que se ha equivocado. Jamás, nunca reconocerá haber metido la pata; su orgullo no se lo permite. No le gusta que nadie la corrija y mucho menos que alguien se atreva siquiera a cuestionar lo que hace o lo que deja de hacer. Le importa lo que los demás piensen de ella aunque intente demostrar lo contrario; le duele lo que los demás digan u opinen, aunque aparente ser indiferente a los comentarios que la atraviesan. Si la pinchas sangra y si le haces daño llora. Una mujer hecha y derecha, fría como un témpano de hielo que finge no temer ni a nada ni a nadie aunque por dentro esté temblando y grite para pedir ayuda en silencio.

La cruz de la moneda de Iria representa todo lo que no es. Porque no, de ser como realmente es, jamás hubiese entrado en la fraternidad en la que está actualmente; estaría, tal vez, en uno de los últimos escalafones de la sociedad universitaria aunque, siendo sinceros, no es algo que le hubiese quitado el sueño a la morena. Tiene el dinero y la clase para pertenecer a las Gamma, sí. Tiene un expediente tan o más brillante que el del resto de integrantes de la fraternidad, también, pero no tiene absolutamente nada que ver con las chicas con las que se rodea desde que está en California; su círculo de amistades en Nevada no tiene absolutamente nada que ver con el que tiene en la costa californiana. Gente con su mismo nivel de vida. Gente con su mismo estatus. Gente con la que, en otras circunstancias, nunca se hubiese relacionado.

¿Frágil y delicada o fuerte y segura de sí misma? Ni una ni la otra, más bien un poco de todo. Es frágil y fuerte al mismo tiempo. Segura e insegura a la vez. Iria es perfectamente imperfecta; mil virtudes y mil y un defectos hacen de ella una persona fácil de tratar. Nunca la oirás gritar, ni alzar la voz lo más mínimo para decirte lo imbécil que eres aunque lo piense y esté deseando gritarlo a los cuatro vientos para hacértelo saber. Tiene aguante, pero hasta cierto punto, como todo el mundo. Por regla general, si dice que no... definitivamente no es que no; no puede, ni sabe tampoco, decirle que no a nada ni a nadie. Es más fácil de doblar que un monda dientes. Pídele que te invite a una copa y lo hará. Pídele dinero para el taxi y, te conozca o no te conozca, ten por seguro que llegarás a casa en el primer taxi que veas y, además, por la cara. Ponle ojitos, pídele algo, cualquier cosa y podrás comprobarlo con tus propios ojos. ¿No es de extrañar, entonces, que le lluevan palos por doquier? De hace un tiempo para atrás, se ha vuelto totalmente desconfiada, razón por la cual apenas se molesta en relacionarse con nadie más de lo necesario. ¿Pero acaso no es normal? ¿Piensa mal y acertarás? Totalmente. Antes se dejaba llevar; le gustaba ir sin tener que echar el freno de mano, pero ya no puede. Ya no quiere. Le gusta andarse con ojo e ir con pies de plomo. Lo prefiere antes de verse encerrada en su habitación, atiborrándose a helado de nueces de Macadamia mientras se traga todas las temporadas de Las Chicas Gilmore.

Homosexual. Lesbiana. Gay. Como quieras llamarlo. Sí, sí y sí también. La cara de la moneda es la verdad, pero la cruz de la misma representa otra cosa totalmente distinta. Una fingida y patética heterosexualidad para pasar desapercibida entre los estudiantes de Albright; la única cara que conocen a este lado del país. Cree ciegamente en eso a lo que la gente, comúnmente, llaman amor, pero no está dispuesta a jugarse el corazón en una segunda ocasión. Una para aprender y otra para saber. No se arriesga, no gana.